La dentición del caballo, al igual que el resto de mamíferos incluidos los humanos es de dos tipos: temporal o de leche y permanente. Conforme van creciendo, se van sustituyendo los dientes de leche por los permanentes, empezando a mudar al año y finalizando a los 4 y medio. El número de dientes varía según el tipo de dentición y si es macho o hembra.
- Dientes de leche (potros):
- Los potros, independientemente de si son machos o hembras, tienen un total de 24 dientes de leche.
- La fórmula dentaria de los potros es: 2x (I 3/3, C 0/0, P 3/3, M 0/0).
- Dientes permanentes (adultos):
- Los caballos adultos tienen entre 40 y 42 dientes.
- La fórmula dentaria de un caballo macho adulto es: 2x (I 3/3, C 1/1, P 3-4/4, M 3/3).
- Las yeguas adultas tienen 36 dientes.
Existen varias peculiaridades importantes en cuanto a la boca del caballo. Una de ellas es la existencia de unos premolares llamados dientes de lobo. Estas piezas dentarías, podríamos compararlas con las muelas del juicio, en las personas. Pues son, también, piezas rudimentarias que en la practica no tienen ninguna función sobre la masticación y en muchos casos producen dolor al emerger y eso hace que el animal coma menos y pierda condición corporal, llegándose a notar, incluso, las costillas en ocasiones. cuando esto ocurre, el propietario tiende a pensar que son parásitos o tiene alguna enfermedad. Es por ello, que en la mayoría de los casos se opta por extraerlos. Otra peculiaridad es que los dientes crecen continuamente y se van desgastando de forma irregular con la masticación, por lo que emergen las llamadas «puntas de esmalte» y ganchos que son zonas cortantes de las muelas, que en muchos casos, llegan a originar lesiones como cortes y úlceras en la lengua y la mucosa bucal produciendo, a su vez, dolor al masticar e infecciones. No solo va a afectar a la masticación y correcta alimentación sino que puede influir a la hora de montar, ya que el hierro del bocado va situado dentro de la boca. por último, al igual que en las personas, también existen las caries y lo que conocemos como «flemones», que no son fáciles de detectar y pueden pasar desapercibidos. Los signos clínicos pueden ser, dolor, fiebre, inflamación, inapetencia y mal olor en la boca. Por todas estas razones, resulta imprescindible avisar al veterinario para una revisión de la boca, siendo recomendable, al menos, una vez al año.